A un año del paso de la tormenta “Alberto” por Nuevo León, las secuelas siguen afectando a decenas de comunidades, principalmente en las carreteras estatales que resultaron gravemente dañadas por las lluvias y deslaves. A pesar de la magnitud del problema, la falta de apoyo estatal mantiene los caminos en condiciones precarias, obligando a que los municipios y los propios habitantes asuman las reparaciones básicas para poder transitar.
Aunque el Gobierno estatal de Samuel García recibió un presupuesto autorizado de 180 millones de pesos destinado a obras de reconstrucción por los daños de la tormenta, los recursos no han sido aplicados en los puntos más críticos. Las carreteras que conectan a Laguna de Sánchez y Los Lirios, en la Sierra de Santiago, así como la ruta hacia La Huasteca, en Santa Catarina, permanecen prácticamente igual desde el desastre, sin recibir las obras estructurales necesarias para su recuperación.

Labores provisionales de emergencia
Ante la falta de acción estatal, los municipios afectados, con el respaldo de vecinos y empresarios, han optado por ejecutar reparaciones temporales para permitir el paso por los caminos más afectados. Estas labores, que consisten en rellenar tramos colapsados con tierra y piedras, apenas permiten conservar el ancho mínimo de las vialidades, pero no representan soluciones definitivas ni garantizan la seguridad de quienes transitan por la zona.
El alcalde de Santiago, David de la Peña, señaló que hasta el momento se han invertido alrededor de 4 millones de pesos en estos trabajos provisionales, gracias a los esfuerzos coordinados entre su administración y la comunidad. Sin embargo, destacó que para una reconstrucción integral de la infraestructura dañada se requieren al menos 158 millones de pesos adicionales, monto que debió haber sido cubierto por los recursos federales y estatales ya aprobados.
El edil también denunció la falta de respuesta por parte del Secretario de Movilidad de Nuevo León, Hernán Villarreal, a quien ha intentado contactar en reiteradas ocasiones sin éxito. La ausencia de comunicación por parte del gobierno estatal solo ha incrementado la frustración de los habitantes de la región.
Carreteras siguen en riesgo tras un año de Alberto
Las condiciones más críticas se observan en la carretera que conduce a Laguna de Sánchez, donde los derrumbes han transformado varios tramos en caminos de pura terracería. Los desprendimientos de laderas y desgajamientos constantes elevan el riesgo para los automovilistas, especialmente durante las lluvias, cuando los caminos se vuelven prácticamente intransitables.
En la ruta hacia Los Lirios, los daños no solo no se han atendido, sino que incluso han empeorado con el paso del tiempo. Sectores como San José de las Boquillas, La Peñita, San Sebastián, El Cilantrillo y La Jacinta registran nuevos deslaves que complican aún más la circulación. La falta de intervención ha permitido que el deterioro continúe, afectando la conectividad de comunidades enteras.
El panorama se mantiene como un escenario de desastre prolongado que, lejos de mostrar avances, exhibe la fragilidad de las infraestructuras rurales de Nuevo León cuando no reciben el mantenimiento adecuado.
Comunidades afectadas por el huracán
La situación también es delicada en Santa Catarina, particularmente en la zona de La Huasteca. Aunque los trabajos de relleno han permitido el acceso parcial hasta la Cortina Rompepicos, varias comunidades ubicadas aguas arriba continúan prácticamente aisladas. Las familias de San Antonio de la Osamenta, Canoas, El Tunalillo, Santa Cruz y El Pajonal enfrentan largos rodeos, ya que deben cruzar hacia Coahuila para poder continuar sus trayectos, lo que les implica recorridos de hasta cuatro horas adicionales.
En otras comunidades como Buenos Aires, El Rodeo, Los García, Horcones, Ojo de Agua, San Cristóbal y Nogales, los pobladores no solo sufren por las dificultades de traslado, sino que incluso han manifestado problemas para abastecerse de agua potable, situación que agrava el impacto social de la falta de atención gubernamental.
El abandono prolongado de estas rutas clave no solo representa un riesgo para la seguridad vial, sino que también afecta directamente la vida cotidiana de cientos de familias que dependen de estas vías para acceder a servicios básicos, actividades económicas y transporte de productos.
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